viernes, 4 de marzo de 2011

Conciliación

Quiero dejar constancia aquí, ante los improbables lectores, de que somos unos campeones. Ego, ego y más ego, sí. Pero, como dijo Michel al marcar un gol en el Mundial de no se donde y no sé cuándo, me lo merezco. Autocitándome (más ego), me despierto cada día cuando sale el sol. Y lucho, trabajo, cuido, alimento, visto, lavo, hago música, trabajo, trabajo y más trabajo. Ser padre, currante autónomo (freelance creo que se dice ahora), buscar nuevos proyectos, plantearlos, reunirnos, escribirlos, imágenes, planos, impresión, facturación, IVA; reconfiguración del estudio de grabación, aprender a manejar nuevos aparatos, crear nuevas músicas, subirlas a la web; tesis doctoral, más perdido que (rellenar con cualquiera de las comparaciones disponibles en el imaginario popular), pero aún así, relizando cálculos, representando mapas, generando textos de un nuevo capítulo, dudando, dudando, dudando.; los músicos necesitan tocar, pero yo no puedo más, conciertos que no funcionan: o no hay gente, o no hay dinero, o no hay medios, o ninguno de los tres, pero aún así, siguien saliendo "bolos" y los hacemos. Otros proyectos se quedan o se quedarán para siempre en el tintero, en la carpeta de pendientes.
Y llegan los jueves, y salimos... aún quedan fuerzas en lo que mi hermano diría una tercera o cuarta juventud. Siempre hay una excusa, una razón: un concierto de jazz, la presentación de un libro, o las simples ganas de juntarse un pequeño grupo de amigos que se ha creado a la luz del amor a la música, al arte (entendido como la creación artísitica desde cuadros hasta páginas web) y a la conversación amena, variada, divertida, profunda a veces y en ocasiones frívola, a la luz tenue del agua tónica mezclada con ginebra barata. No es de extrañar que a veces se nos haga domingo.
En fin, que no sé dónde iremos, pero sé que estamos en el buen camino.