jueves, 12 de julio de 2007

Y AL FINAL, LAS OBRAS QUEDAN, LAS GENTES SE VAN

Hoy he ido a un entierro. Qué coñazo de misa. Todo el mundo dice que no se arrepiente de nada en su vida, que lo haría todo exactamente igual. Pues bien, yo no. No iría a una sola misa en una hipotética nueva vida, igual como espero ir a las menos posibles en lo que me queda de vida real.

En un mundo lleno de nueva información que llega al segundo, de innovaciones, de técnica, de renovación diaria, una religión que basa su aleccionamiento en un rito que se repite en un 85% semanalmente, creo que lo tiene crudo. Con su bailoteo de, ahora de pie, ahora sentados, ahora arrodillados (cada vez que voy me da la impresión de que se pasa más tiempo de pie).

Y además, pasan la bandeja, es que son la hostia, nunca mejor dicho.

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